“En la vieja Siam, ahora llamada Tailandia, los elefantes blancos
son sagrados, como un símbolo de poder real, ya que todos los descubiertos han
sido regalados a reyes (normalmente es ceremonial; no son capturados) y cuantos
más elefantes tenga el rey, mayor será su estatus.” Pues bien, he acá mi
elefante blanco, nótese que en la actualidad el elefante blanco habla de una
cosa con cierto grado de complejidad para ser alcanzado y que incluso, muchas
veces puede llevar a la ruina como el elefante blanco que se le regalaba al
súbdito para llevarle a ésta. Y bueno, en este caso mi elefante blanco tiene un
tinte de ambas connotaciones que se resumen en que: básicamente me parece una
misión dura esa de lograr escribir con cierta regularidad cosas atractivas - esperemos
que sea quien sea el él o el lugar que Sede las Palabras, empiece a ser más
generoso hacia mí -.
Pero por qué emplumar mi elefante, la
verdad siempre he querido tener un blog. Pero como las cosas no son cuando se
quieren sino cuando se pueden, siempre he esperado el día que sienta que mi
capacidad de escritura llega a un punto en el que piense: bueno, a álguienes,
le puede gustar. Pero como a veces, las cosas no son cuando se pueden sino que
la envidia lo lleva a uno a actuar, heme aquí inaugurando blog, en días
anteriores un cercano abrió uno y aseguró me que esto era más fácil que abrir
una cuenta en un banco; y como bobo cariado mata a la mama, aquí estoy.
La primera cosa que me aseguró -afirmación
no cierta - fue lo fácil de tener que nombrarlo. Alguna vez, hace años, alguien
me dijo una frase que no olvido “el nombre es lo que el nombre nombra” y desde
ahí los nombres tomaron una nueva variable de dificultad al SER. Poco tiempo
después, a mi nombre se le adjunto el otro, y a veces soy más una y otras soy más
la otra, eso terminó de confirmar el lío aquel del nombrar, imagínese usted que
para tener una cuenta en el banco le dijeran: ¿cómo quiere llamarse en su vida
pública económica? Cómo lograr el nombre que no traiga la quiebra, que llame el
dinero, que no suene muy presuntuoso, que tampoco sea muy bajo perfil y que
funcione adecuadamente en todos los medios sociales - ¡es que la debe tener
toda!, cobre, cobre o naaa, con ese nombre, no debe de tener plata ¡niéguele el
crédito! Pues bien, en el debate interno de cómo llamar el blog, se disputo
entre “mi elefante blanco” y “la pluma del fénix” - éste último, pues bueno
bastante literal, habla del escribir - la pluma - y el escribir es una forma de
revivir: a veces a uno mismo, a veces a otros, a veces lugares. Es así como
finalmente nace mi elefantemplumao.