Dosmilnueve fue un mes vacío de palabras, dosmildiez no se
ve más prometedor, y frente a mi hoja en blanco a forma de confesionario,
replanteo mis posibilidades de escribir un “algo” aprovechando mi incapacidad
para ejercer mi cotidianidad, he adquirido hábitos que supongo me generarán
herramientas para trasladar a símbolos visuales algunos elementos de mis
pensamientos, enlisto palabras que me seduce pronunciar, ver o transformar, leo
maravillas que envidio escribir y simplezas que me maravillan, vuelvo al papel
en blanco que me ve con una cara tan en blanco, defino problemas: es que no
tienes un estilo claro o escribir debe ejercitarse como dedicas tiempos reales
a la bicicleta, funciona como un músculo más, me culpo y teorizo pero “musa” no
llega y mi blog muestra vacíos, que hacen los años inhabitados.
No quiero llenar mi blog de palabras vacías pero quién soy yo para
juzgar que lo dicho en el dosmilocho era digno de ser publicado.
Parece que mi elefante transforma sus plumas a blancas o que mi
cerebro perdió la acción vanidosa de expresarse en
letras.
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