lunes, 22 de septiembre de 2008

tocó a la puerta


Cuando desidia decidió tocar a la puerta fueron dos cosas las que me pregunté: la primera, por qué fuiste tú quien abrió, y la segunda, qué fue lo que silbó a tu oído.

Desde ese día hasta hoy, la sucesión de eventos han sido irrelevantes, podría decirse así, porque el único suceso real es tú desaparición de mis espacios, de mis sonidos y también de mis silencios, con la gran aparición del huequito ese, que es móvil y por ahora no tengo ninguna seguridad de dónde se instaurará. Unos días se encuentra ahí, justo en medio del paso de la respiración y de la comida, haciendo de la primera algo difícil y de la segunda una anulación pequeña.

Luego me di cuenta que desidia siempre había estado, guardada quizás en un bolsillo, a veces acurrucada casi imperceptible, entonces éramos felices compartiéndonos en un todo, y otras, se estiraba, se arrellanaba y creo que hasta se tomaba un café contigo (ese que ya tú y yo no compartíamos) y ahí me paraba sola, a compartirme a ti, sin tú darte cuenta, ni me recibías.

Ahora ahí estamos o más bien estoy, esperando que desidia se atreva a salir de tu bolsillo y no estar más contigo o que aprenda a vivir también, en mi bolsillo.

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