Por años arme un hogar, lo amoblé con sillas cómodas para reposar
viendo al cielo, el techo fue construido con ese material que permite cubrirse
de la tempestad pero no obstaculiza que los sueños se eleven de cara al sol o a
la luna, según como deba de guardarse para poder creer que serán
cumplidos.
Por años lo decoré con palabras bonitas y como buena matita se
embellecía de cumplidos y se coloreaba de sabores, hasta aprendió a tongonearse
divertidamente.
Por años me volví coleccionista y el hogar se llenó de cajas, de
diferentes tamaños, formas y colores; coleccionista de momentos, de sonidos y
de promesas; coleccionista de palabras y canciones, de imágenes de presente que
se convertían en pasado y de pasados que en silencio, seguían aguardando
futuros.
Luego llegaron días para cubrir, empecé a taparlo todo, hoy la
verdad no sé sí para: protegerlo, guardarlo o desvanecerlo.
Hoy la verdad no sé, por qué hay días que levanto levemente las
cubiertas y me asomo para transformarlo todo en dolor.
Dolor de Vacío, cuando doy con esas cajitas que estoy segura
rotulé y algo deposité, pero a la vuelta de la ojeada no sé haya nada.
Dolor de Aridez cuando veo que los puños de tierra fértil, sí
sabían crecer hacia el cielo y entregar flores bellas de colores dicientes y
que fue solo en mis cajitas donde se mantuvieron color tierra infértil, tierra
inexpresa de hoy y ayer.
Dolor de Desojo ese que deshoja los recuerdos del alma, cuando te
das cuenta que ya no se encuentran ni las miradas y mucho menos el recuerdo de
que alguna vez se encontraron. Y solo encuentras por qués sin respuestas, que
te retornan a Dolor de Vacío.
Y finalmente, solo por nombrar un fin, porque Dolores es coqueta y
sabe llegar más, hablaré de Dolor Fisgosón ese que se fisga entre todos los
rincones de las cajas y tiñe a presente de forzados ahoras fingidos.