lunes, 2 de mayo de 2011

Una piedra enamorada


Como piedra, en el camino, entre azares y destinos un día saltó, por cosas que solo el viento, arenillas y trochas saben ahí se instaló, en ese zapato y entre esa piel de ese pie, camino emprendió, se sentía confortable y bien tratada, por lo que un día se enamoró.

El caminante seguía sus pasos y con los dedos corría la piedra, esta pensaba: que bueno juegan conmigo, creo q le caigo bien. La piedra se divertía recorriendo el pie.

El caminante sacudía su pie porque no aguantaba los tallones y la piedra se deslizaba de arriba a abajo encontrando nuevos lugares. Ella pensaba: este caminante realmente disfruta estar conmigo, quiere cerciorarse de que lo conozca bien.

EL caminante cada vez, agotaba su paciencia y sentía más molesta a la piedra acompañante, que cada vez se prendaba más de él. Ella quería tener más y más contacto con su piel, pero sin ser consciente de su forma tosca, de sus puntas lastimeras y su dura forma, lo único que lograba era que el caminante hasta al paso le cogiera fastidio.

Un día sin más, en una parte del camino él paró, deslizó el zapato y en alto, de frente al camino, con dos golpes secos, sacó la piedra. Ella sin más rodó, en una caída libre y llena de vacío, sintió el aire frente al rostro hasta llegar al suelo y ahí al lado del camino, sola se quedó.

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