viernes, 24 de mayo de 2013
¿Por qué me gusta leer novelas a pesar del duelo?
Después de ser superada la edad de la vanidad literaria, mi gusto por los libros no se desvaneció, pero sin reparos metódicos fueron las novelas las que entraron a sumar las filas de los acompañantes de viajes en bus, metro o carro, de noches o días, de sentadas al baño.
Con las novelas empecé a disfrutar lo que me atrevo a nombrar, la realidad literaria, pero como buen humano, es obvio que la realidad de las cosas siempre irá teñida del color del paradigma del momento.
Dado el caso y para sentirme menos subjetiva frente al veredicto empezaré a hablar de mi nueva realidad.
El estado en compañía de una novela, lo llamo realidad literaria basada en todos los compromisos que a voz popular se le han adjuntado al hecho de leer. EL mayor compromiso es ese de viajar a otro tiempo, espacio o vidas y la novela es sin duda alguna el mejor tiquete.
Cuando una novela “te engancha” ya los días no son iguales, con dudas llega el momento de cerrar el libro para dedicarte a desarrollar tu propio personaje en el que crees es tu vida real. Pero inevitablemente a lo largo del día te invadirán temores de aquello que te estás perdiendo, de aquello que intuyes sigue sucediendo al interior del clausurado libro y cuando llega el momento de ponerte al día y volverte a sentar frente a él, es maravillosa la sensación de la sed del chisme saciado. Te das cuenta en que va cada uno de tus nuevos compañeros de días, con una bonanza única, eres casi dios, casi, porque aunque lo vez todo y estás en todas partes no puedes interferir en sus destinos, lo que podría llegar a hacerte pensar que eres un dios más sensato.
Entonces bajo la promesa de la real compañía, que sacia tus placeres negros (voyerismo, chisme, sentenciero…) y te atribuye virtudes mágicas de todos los omnis, como no soportar el inevitable momento del duelo, ese que llega cuando se cierra por última vez el libro, ese que no sabe dónde posar el ojo una vez encontrada la última palabra.
Entonces solo queda silencio, recuerdos y rostros que inevitablemente de forma inmediata se empezarán a desvanecer.
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